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Fucking frenchies y Louie Austen

Fucking frenchies y Louie Austen

Hoy ha sido un día divertido y emocionante. He estado con varias personas interesantes por distintos motivos. Lo mejor no se puede contar. Lo más divertido sí. Estuvimos con Louie Austen, un crooner austriaco de 60 años, vestido con traje blanco y corbata rosa a juego del pañuelo. En los noventa Louie era un Sinatra decadente cuando se hizo amigo del productor Mario Neugebauer, se pasó a la música de baile y se reconvirtió en amenizador de parties cool. Lo fichó el mítico sello de música de baile Kitty Yo. El tío es un un crack: flexible, inteligente, divertido. Su último maxi es un éxito en las pistas de baile del mundo entero. Y parece que en España lo va a sacar el pequeño gran sello más absurdo y contradictorio: La Incubadora. Veremos en qué queda todo pero el plan es divertido. Esta noche iremos a verle en la sala Arena que hoy ¿celebra? que va a pasar a llamarse Sala Heineken. Vaya nombre de mierda, no somos nadie.

Menos mal, una semana horrible empieza a arreglarse.

El lunes me ocurrió algo desagradable. Fue lo que yo llamo un fucking frenchies. Empecé a escribir un email estúpido y antes de tener tiempo de arrepentirme se me escapó el send. Lo mandé y fue todo un poco vergonzante para mi.

La idea del fucking frenchies sindrome viene del tiempo en que trabajaba en una .com. El proyecto de desarrollo de sofware para PDAs no salió adelante y decidimos cerrar honrosamente vendiendo la cartera de clientes de alojamiento web a alguna otra empresa del sector. Entonces no había muchas, estábamos negociando con unos franceses. Mandaron un email muy capullo, un órdago en toda regla (etimología: en euskera hor dago significa ahí está, ahí queda eso). Yo quise reenviar a mi jefe / socio y añadí un comentario gracioso: fucking frenchies. Pero me equivoqué. Hice un replay to all como una casa. Y a tomar por culo la negociación y la venta. Desde entonces, hacer un fucking frenchies significa cagarla en serio por escaparse un dedo en el teclado. Los peligros de la vida digital, supongo, que también los tiene.

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