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Sobre la Constituación Europea

No hay innovaciones, ni sensibilidad ante los nuevos movimientos que reclaman más participación y democracia. La Constitución ignora las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para auscultar permanentemente, desde el poder, la opinión pública. Es una Constitución trasnochada, parida por dinosaurios (Giscard d´Estaigne) que podría haberse redactado perfectamente en 1950.

Es una Constitución hecha por viejos políticos, inspirada en la vieja política y para beneficio de los políticos actuales ¿Acaso se incrementan los controles ciudadanos a los poderes públicos? ¿Hay nuevas vías de participación ciudadana en las decisiones? ¿Se potencia al menos el referéndum como instrumento democrático de consulta? Que alguien nos diga donde están las novedades o los avances en ese armatoste emanado de la Europa más vieja y rancia.

Tras firmarla, los políticos europeos sólo podrán defenderla ante sus pueblos desde la retórica vacía, afirmando que es la primera constitución de los europeos, que es la constitución de los ciudadanos, que es la constitución de la paz. Pero la única verdad es que es la constitución "de ellos".

Dice Loyola de Palacio, vicepresidenta del último equipo de la Comisión Europea, que no existe déficit democrático en Europa y reta a cualquier ciudadano a que se lo demuestre. Para ella no existe déficit porque concibe la política como un monopolio de los políticos sobre una actividad de la que han sido expulsados los ciudadanos, obligados a renunciar a algo que, en democracia y en filosofía, es irrenunciable: a ejercer la propia responsabilidad política, que no es delegable. Le diría a la aparentemente fuerte Loyola que el déficit está, precisamente, en el corazón de ese sistema que a ella le gusta, que no es una democracia sino una partitocracia, sancionada y perpetuada por una Constitución que continua ignorando a los que poseen la soberanía (los ciudadanos), a quines sólo se convoca para participar cuando, cada cuatro o cinco años, se abren las urnas. Loyola, a los políticos de tu estilo (que, lamentablemente, son legión) les conviene que los ciudadanos nos quedemos en casa viendo la televisión, miestras vosotros, sin demasiados obstáculos ni exigencias, construís el mundo, pero me temo que eso no va a seguir siendo posible en el futuro porque estamos dispuestos a democratizar tu democracia.

Dice Rodríguez Zapatero que los españoles, al ser los primeros en pronunciarnos en referéndum sobre la nueva Constitución, tenemos la oportunidad de influir en los demás auropeos lanzando un mensaje claro de europeismo. Hagámoslo, pero de verdad, convencidos de que votar "No" a la Constitución es votar "Si" a Europa, rechazando la Constitución por poco ambiciosa, por poco europeísta, por poco democrática, por poco innovadora. ¿Quién le ha dicho a Zapatero que ser europeísta significa votar "Sí" a la Constitución? Ser europeísta, ser democrático, ser ciudadano, en este caso, significa rechazar este texto para que nos propongan otro mejor, que no sea un huevo de dinosaurio, que sea redactado por un equipo donde convivan políticos y ciudadanos, viejos y jóvenes, que, retórica al margen, incorpore al ciudadano a los procesos de decisión, que incremente los controles sobre los poderes y que cree otros canales de participación que no sean los que hoy monopolizan unos partidos políticos creados precisamente para potenciar la participación ciudadana y en cuyo balance actual figuran "logros" como los de haber alejado al ciudadano de la política, haber disparado el abstencionismo electoral y engordado el euroescepticismo, unos partidos políticos cada día más alejados de la sociedad y de los ciudadanos, cada día más desprestigiados, más concentrados en conservar privilegios y dominios, más patéticamente alienados y marginados de las aspiraciones, anhelos y sueños de una ciudadanía que, por ahora, sólo por ahora, sigue ilusionada con la idea de Europa.


Vía Voto en Blanco

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